La terapia de esquemas nació a principios de 1990, y desde entonces está acumulando evidencia científica en torno a su justificación teórica y efectividad. El equipo creador de esta terapia está dirigido por Jeffrey E. Young. Dicho autor, es discípulo de Aaron T. Beck, creador de la terapia cognitiva, posteriormente integrada en el modelo cognitivo-conductual. Young confiesa que la terapia de esquemas nace para dar explicación a los pacientes que no mejoraban en el tratamiento usual, es decir mediante la terapia cognitivo-conductual. La terapia cognitivo-conductual se basa en protocolos comprobados empíricamente, en la cual, la persona que realiza el tratamiento, tiene que tener un papel muy activo, a través de tareas y una alta implicación en su proceso de mejora. Young da un interesante dato que observó, el 60% de casos tratados con terapia cognitivo conductual aplicada a la depresión eran un éxito (con una media de 20 sesiones semanales y/o quincenales). Pero de este 60%, un 30% volvían a tener recaídas pasado un tiempo. Por tanto, su equipo se centró en qué sucedía con esos casos, en qué fallaba el método cognitivo-conductual.
Tras años de investigación, llegaron a la conclusión de que estos “fracasos terapéuticos” tenían una estrecha relación con los esquemas mentales de los pacientes. Cuando Young habla de esquemas se refiere a “cualquier principio organizativo global que sirve para dar sentido a la propia experiencia vital”. Es decir, para interpretar la realidad, necesitamos marcos que nos ayuden a tomar decisiones y actuar. Los esquemas mentales nos ayudan generalmente en nuestro día a día, para simplificar la información de la que disponemos. Lo que sucede con lo que se llama “pacientes resistentes” (es decir, que suelen acabar en fracasos terapéuticos) es que tienen Esquemas Precoces Desadaptativos que no le permiten procesar la experiencia de una forma no sintomática.
Estos Esquemas Precoces Desadaptativos tienen su origen en la infancia, fruto de la interacción con el entorno familiar y social. No tienen necesariamente que ser “traumas psicológicos”. El esquema está conformado por recuerdos, emociones, cogniciones y sensaciones corporales. Y son consistentes a lo largo del tiempo.
En palabras del equipo de Young: “Los esquemas precoces desadaptativos luchan por mantenerse […], resultado del impulso humano hacia la coherencia”. A pesar del malestar, los esquemas precoces desadaptativos son nucleares, es decir, forman parte del sentido de identidad. Ejemplifican el dicho popular: “mejor lo malo conocido, que lo bueno por conocer”.
Para los autores de dicha terapia, estos esquemas subyacen a la patología de la personalidad.
El equipo de Young, tras décadas de trabajo, han manualizado de forma extensa los procedimientos generales y específicos para generar cambios duraderos en los esquemas precoces desadaptativos. No solo destaco el esfuerzo de desarrollo del modelo, sino la integración con otros modelos ya existentes. Ejemplo de ello es el modelo clásico cognitivo-conductual de Beck, varios enfoques psicodinámicos (teoría del apego de Bowlby, terapia cognitivo-analítica de Ryle y Terapia de esquemas de persona de Horowitz) y la terapia centrada en las emociones, de corte constructivista. Lo más destacable de esta integración es el énfasis en la relación terapéutica como motor de cambio, que proviene de los modelos del enfoque psicodinámico.
Espero que esta breve introducción pueda servir para incitar a psicoterapeutas de cualquier orientación a leer dicho manual.
Fuente: Jeffrey E. Young, Janet S. Klosko, Marjorie E. Weishaar. Terapia de esquemas. Guía práctica. Ed: Descleé de Brouwer. 2013.
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