Hay quien dice que la vida es una acumulación de decisiones. Incluso si no elegimos, ya estamos tomando una decisión.
Podemos imaginar que cada decisión abre una puerta nueva. O no. Hay veces que diferentes elecciones llevan al mismo punto de partida. Es decir, lo que pretendíamos no se ha cumplido. Cuando tomamos decisiones, esperamos una congruencia entre lo que anticipamos y lo que experimentamos. Imaginémoslo con un videojuego. Nuestro personaje avanza por la habitación. Anticipas cómo será el siguiente nivel, qué habrá, qué dificultades tendrás que superar. Sin embargo, ¿qué pensarías si aparecieses de nuevo en el mismo escenario?
Esto generaría frustración y si volver a intentarlo no lleva a una solución para superar esa pantalla, entonces se produce la sensación de falta de control. Tras reintentarlo varias veces, nace la sensación de estancamiento. Abandonarías el videojuego quizás experimentando rabia, quizás sintiéndote incapaz. Es decir, culpabilizarías al juego o te culpabilizarías a ti mismo.
Muchas decisiones nos dejan en la misma habitación, en el mismo punto de partida. Y tardamos algún tiempo en darnos cuenta de que no estamos en el escenario deseado. ¿Qué ha sucedido? En el punto de bloqueo, nos preguntamos: “¿por qué esto me sucede a mí?”. Las conclusiones que sacarías serían parecidas al videojuego: o es culpa de la realidad (puede haber alguna referencia a x persona o grupo) o es mi culpa (ej: soy un desastre, no valgo para nada, etc.). Si la vivencia es culpabilizar a los demás, se produce la hostilidad. Si la vivencia es culpabilizarse, se produce entonces un ciclo de auto-invalidación (con los pacientes en sesión lo llamamos fustigarse).
El proceso descrito puede verse como un círculo vicioso, en el que intentamos dar una respuesta a lo que nos sucede. Cuando estamos dentro del bucle, incapaces de comprender y por tanto de dar solución, es cuando nace el malestar (en inglés se recoge como distress, afecto negativo). Fruto de este proceso surgen pensamientos repetitivos, es decir, rumiaciones y preocupaciones. Estas son estrategias desadaptativas que buscan salir del bucle, pero que acaban perpetuándolo.
Podemos definir la rumiación como un proceso psicológico que se focaliza en el afecto negativo, ya sea presente o pasado. Rumiación es un anglicismo que procede del latín rumigāre y hace referencia al masticar de los animales por segunda vez (en castellano tenemos rumiar pero no está aceptado rumiación todavía). Podemos pensar en el “darle otra vez vueltas al mismo tema”. La preocupación puede definirse como la anticipación negativa del futuro. Lo que moviliza a la preocupación es la incertidumbre, la falta de control (“¿y si me vuelve a pasar?”). Puede aparecer bajo otros “¿y si…?”. Se ha relacionado la tendencia a la rumiación con la predisposición a síntomas depresivos. La preocupación, a su vez, se ha asociado con la predisposición a la ansiedad. Aunque existe un gran solapamiento entre estos constructos. ¿Qué quiere decir esto? Que las personas que suelen tener rumiaciones, tendrán con probabilidad preocupaciones. Y estas personas desarrollarán síntomas ansioso-depresivos. Por lo que relata la evidencia empírica, las rumiaciones y preocupaciones pueden tener factores comunes aunque todavía no está claro.
Si las rumiaciones y preocupaciones se instalan en nuestro día a día, nos condicionarán de una manera automática. De los pensamientos repetitivos nacen las conclusiones negativas sobre nosotros mismos, los demás y el mundo. Estos contenidos pueden llegar a formar parte de nuestra identidad, llegando a producir síntomas psicológicos significativos. De esta manera, el bucle se retroalimenta al no poder darle un sentido a nuestra experiencia. Y vuelta a empezar.
Son los jefes finales del juego. ¿Y cuáles son las armas con las que contamos? Las herramientas mentales que da el análisis (metacognición). Cuando hablo de análisis no me refiero solo a buscar la lógica. A veces la lógica estrecha nuestras miradas. No basta con decir, “es así y punto, no le des más vueltas”. Hay que construir la táctica. Hay que ir más allá: “¿por qué es así? ¿de qué otra manera podría ser? ¿Cómo podría también verlo, qué otra mirada puedo tener? ¿En qué necesito profundizar para comprobar que tiene sentido para mí?”. Como puedes observar, hay que construir un punto de vista, que pueda convivir con otros puntos de vista. Al final dará lugar a una integración, crearás una teoría personal para explicarte lo que te ha sucedido.
En el análisis que realizamos, necesitamos contextualizar nuestra experiencia. Esto se hace a través de la observación de los demás, de nosotros mismos y de nuestra historia biográfica. Las preocupaciones y rumiaciones tienen un significado, lo importante es rastrearlo, elaborarlo. Esto nos lleva a observar comportamientos y explicaciones de los demás, intentar darle un sentido con lo que sabemos, auto-observar nuestros pensamientos, sentimientos y conductas. Relacionar esta información con nuestra historia: “¿por qué he reaccionado así? ¿Con qué lo puedo relacionar de mi historia?”. Si comprendemos más profundamente nuestra experiencia, podremos dar significado a las rumiaciones y preocupaciones. De esta manera, al dejar de tener razón de ser los bucles, desaparecen. Pues como hemos dicho, los bucles son síntoma de nuestra incapacidad de dar un sentido a nuestra experiencia.
En esta partida no siempre estamos solos. Podemos la mayoría de veces introducir otra moneda para que aparezcan más jugadores que nos ayuden en la partida. La interpretación de los demás nos puede ayudar a reformular nuestro punto de vista, encajar las piezas del puzzle. En la mayoría de casos, los demás nos dan pistas sobre elementos que no hemos considerado y que nos haría tener una visión más completa de nuestro problema. Una pregunta a poder hacerse es: "¿qué puedo seleccionar de lo que me dice, que me ayudaría a profundizar, a realizar un mejor análisis?". Véase que es una partida de colaboración, no de imposición. Incluso cuando la otra persona intente que tomes su manera de enfocarlo, si logras distanciarte de sus comentarios, puede darte pistas sobre qué aspectos no has tenido en cuenta y que te podrían ayudar para darle un sentido al bucle y salir de él.
Lo suelo decir a menudo en terapia, es que los demás pueden opinar, intentar convencer, consolar, etc., pero nosotros tenemos la última elección respecto a qué hacemos con toda la información sobre nuestro problema/bucle. Entonces es útil desarrollar tu propio criterio, basado en argumentos construidos por tu experiencia y la de los demás.
Puede suceder también que el significado a anteriores experiencias se pueda encontrar en nuevas situaciones. Por eso, muchos psicólogos cognitivo-conductuales animan a los pacientes a que realicen “exposición con prevención de respuesta”. En la mayoría de tratamientos psicológicos o psicoterapéuticos, se anima a la persona a aventurarse a nuevas vivencias que ayuden a reestructurar vivencias pasadas y futuras, a través del presente.
¿Tu punto de vista sobre lo sucedido es suficiente para salir del círculo vicioso, para encontrar un significado coherente y así tener mayor comprensión para llegar una solución? Si no, hay que seguir insertando monedas en la máquina recreativa.
Bibliografía:
· Guidado, V. (2001). Vittorio Guidano en Chile. Universidad Academia de Humanismo Cristiano Sociedad Chilena de Terapia Posracionalista. http://www.psicoterapia.name/VGUIDANO.PDF
· Hijnea, K., Penninx, B., Van Hemert, A., & Spinhoven, P. (2020). The association of changes in repetitive negative thinking with changes in depression and anxiety. Journal of Affective Disorders 275, 157–164.
· Trick, L., Watkins, E., Windeatt, S., & Dickens, C. (2016). The association of perseverative negative thinking with depression, anxiety and emotional distress in people with long term conditions: A systematic review. Journal of Psychosomatic Research 91, 89-101.
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